REVALORANDO EL POTENCIAL PARTICIPATIVO DE LA RADIO: UNA MIRADA DESDE LAS EXPERIENCIAS DE LAS RADIOS LOCALES
Juan Danilo Saba Valdivia
Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, Escuela Profesional de Ciencias de la Comunicación
Resumen
Los medios de comunicación tienen un potencial participativo intrínseco que los facultan en la promoción del desarrollo ciudadano y democrático. No obstante, a lo largo del tiempo este enfoque mediático no ha sido valorado y se ha optado tradicionalmente por un modelo masivo de libre mercado, sin espacio para la participación ciudadana. Los nuevos paradigmas comunicacionales, sin embargo, plantean a la dinámica tradicional de los medios la necesidad de incursionar en la promoción de espacios de diálogo y participación que las nuevas audiencias demandan.
En el presente artículo nos basaremos en las experiencias participativas de la radio para echar luces sobre este potencial participativo y de desarrollo sobre los cuales construir las nuevas experiencias mediáticas que las sociedades del siglo XXI requieren.
Palabras clave: Producción radial, radio comunitaria, radio participativa, comunicación
Introducción
Los paradigmas sobre los que se sostiene la dinámica comunicativa de los medios en la actualidad distan mucho de la otrora concepción simplista propia de la “comunicación masiva”, la cual limitaba a estos a la simple actividad de distribución de mensajes hacia un público en apariencia homogéneo y pasivo. El contexto comunicacional al que nos enfrentamos ahora es caracterizado esencialmente por la democratización de los canales comunicativos abiertos al público, los cuales posibilitan y promueven la libre expresión ciudadana y la creación de espacios de diálogo y participación.
Dicho esto, es menester aclarar que el referido cambio de paradigmas se consolidó en gran medida tras la adopción de canales alternativos de comunicación, más específicamente los medios digitales y la Internet como principal soporte comunicativo para el gran público, el cual ahora encuentra en estos espacios la alternativa más viable y abierta para expresarse y hacer oír su voz, ya no solo ante los medios masivos, sino con el resto del mundo, redefiniendo así los paradigmas que otrora los presentaban como actores inertes en el proceso comunicacional mediático, casi sin margen para una participación activa. El público redefine entonces su relación e influencia con el quehacer del medio, y así, reivindica tanto su legítimo rol en la formación de opinión pública como fomenta la posibilidad de elaborar una agenda más legítima con el sentir social que conforma, en términos generales, la nueva esta nueva experiencia mediática posee de un potencial comunicativo con importantes aportes a la vida democrática y el desarrollo social de los pueblos.
¿Cuánto han cambiado las cosas?
Centrémonos un momento en la relación de las audiencias modernas con los medios de comunicación; si bien este nuevo contexto comunicativo tiene el potencial de acercar al público hacia estos a través de comentarios, opiniones, debates, etcétera, la relación sigue siendo distante en cuanto a producción de contenidos propiamente dicha, es decir, la participación del público llega en un momento posterior al intercambio de mensajes, pocas veces durante y casi nunca antes de. A pesar de que la existencia aportes producto de esta nueva relación comunicativa, como lo puede ser la retroalimentación, llegan a ser beneficiosos para el medio en términos de testeo de sus contenidos, este parece ser el único provecho importante que sacan estos de la renovada relación con el público. Lo cual dibuja un panorama que, en la práctica, no promueve la participación activa del público en el debate social.
En este tiempo denominado por muchos especialistas como la era de la información y la comunicación (...) la comunicación no es percibida como el camino para la integración democrática. Ni siquiera, como prometen muchas publicidades, como la herramienta para incluir a todas las personas en la senda de la educación y el conocimiento. (Las Otras Voces, 2005, p. 19)
Hablamos entonces de que no hay (al menos por parte de los grandes medios) alternativas en las que el público, o mejor dicho, la ciudadanía, participe activamente en la producción y definición de contenidos, en otras palabras, no se encuentra en las propuestas comunicativas de los medios tradicionales el espacio de participación que la nueva audiencia demanda, y que sí encuentran en los medios digitales alternativos. Lo cual a su vez significa que no existe un interés legítimo de los medios con el devenir social de su audiencia, ni ellas ven en estos el espacio comunicativo capaz de beneficiarlos como sociedad.
Los medios digitales cubren la demanda de ese espacio de expresión que no ofrecen los medios tradicionales
De pronto pareciera que los medios siguen siendo igual de distantes con su audiencia, con la ciudadanía a la que se deben, olvidando que poseen una relevancia sustancial en el desarrollo social, pues con el pasar del tiempo, estos se han formado un rol de configuración de la realidad social en la que se desenvuelven a través de la información que publican, de la realidad que muestran.
Los medios de comunicación se convierten en piezas dinámicas de la industria cultural y en factor clave de la estructuración de la vida social y política. Los efectos que los media han generado dentro de las sociedades, con sus formas de proceder, intervenir e influir, pueden ser perturbadores o dinamizadores de la vida democrática de los pueblos. (Buendía y Pino, 2021, p. 88)
El desarrollo de las sociedades del siglo XXI, marcadas fuertemente por valores democráticos/liberales y la necesidad de una dinámica comunicacional participativa sobre la cual sostener y desarrollar estos valores, requieren entonces de unos medios que se presten a conformar los espacios de diálogo y participación necesarios para su desarrollo.
Los nuevos paradigmas comunicativos suponen entonces una oportunidad para que los medios fomenten el diálogo social requerido, y con ello, el desarrollo de sus sociedades. Partiendo de la base de que es a través del diálogo y la conciliación que una sociedad democrática se sostiene y desarrolla, los medios, en su condición de poseedores del capital técnico y profesional para la transmisión y distribución de contenidos, se ven en la tarea de responder a las demandas de un público urgido de participación.
El espacio radiofónico en el desarrollo de las sociedades
Ante los nuevos desafíos que la contemporaneidad plantea a las comunicaciones, encontramos en un medio tradicional como la radio una potente fuente de experiencias sobre las que basar las nuevas experiencias participativas, pues esta es poseedora de una naturaleza (tanto técnica como comunicacional) idónea para llevar a cabo estas iniciativas.
Sin embargo, a pesar de los nuevos modelos comunicativos que la modernidad nos plantea, los viejos paradigmas propios de la comunicación masiva han dejado un rastro indeleble en la dinámica organizacional de los medios, sobre todo en cuanto a sostenibilidad económica se refiere. En la radio, esta forma de producción continúa vigente, sobre todo en las emisoras a las que Rodríguez (2011) denomina “de libre mercado” y las cuales define como “empresas cuyos productos son las programaciones” (p. 11). Es lícito seguir este modelo, sobre todo en respuesta a las exigencias en cuanto a sostenibilidad económica que el contexto capitalista en el que nos desenvolvemos plantea. Sin embargo, la predominancia de este modelo, el cual, “considera a sus audiencias como consumidores dispuestos a escuchar y adquirir” (Rodríguez, 2011, p. 11) ha planteado un paradigma hegemónico, ya no solo en la forma de hacer radio, sino también en la forma en la que la ciudadanía la concibe, viéndola más como una distribuidora de información que un espacio de diálogo, ignorando el potencial participativo que esta presenta y lo beneficioso que esto puede ser en el desarrollo de las sociedades democráticas.
Ante tal situación, y teniendo en cuenta la creciente demanda de participación por parte de las audiencias que la comunicación digital ha propiciado, es factible ver iniciativas que recogen esta demanda y la hacen suya, y cuyos resultados han sido más que satisfactorios y beneficiosos en el desarrollo social. Tal como anticipa el título de este paper, la radio ha presentado a lo largo de su historia un potencial participativo tan aprovechado como infravalorado, al menos por parte del gran público y los medios masivos, pues las propuestas comunicativas de participación y desarrollo han partido sobre todo de iniciativas locales o comunitarias.
Estos espacios de participación radiales se caracterizan esencialmente por la búsqueda de una integración del público a la dinámica de producción de contenidos del medio, e incluso su sostenibilidad misma. Esta forma de concebir a su audiencia, con el público como protagonista, se han construido en respuesta a una necesidad social de comunicación, diálogo e integración, por lo que persiguen esencialmente los objetivos sociales de la comunidad en la que se desenvuelven.
Los medios para el cambio social se definen por sus objetivos educativos, finalidad social, y participación comunitaria en la gestión de los procesos y productos comunicativos. Es decir, son medios para, desde y con la comunidad, donde se reflejan las necesidades, intereses, problemáticas y potencialidades de sus integrantes. (De la Noval, 2018, p. 57)
El impacto que tienen estos medios en las comunidades en las que se desenvuelven es el de una integración de la población en la vida democrática, más específicamente en la creación de una agenda ciudadana legítima, acorde a las necesidades de los ciudadanos que integran la experiencia radial. Esto es posible gracias a que las radios locales o comunitarias se comportan como auténticos promotores de comunicación al abrir sus micrófonos a una población necesitada de un diálogo social en el cual se aborden los temas necesarios para su desarrollo. Esta forma de hacer radio se aleja de la experiencia hegemónica y paternalista de distribución vertical de información ofrecidas por las radios de libre mercado, tal como sostiene Pincheira (2013):
La radio como un fin social no se reduce solo a la entrega de conocimiento, debe lograr que participe activamente a la comunidad para descubrir su infinita necesidad y no caer en el paternalismo de poner al aire un problema que el medio cree que la gente tiene. (p. 191)
Es bien sabido que las sociedades democráticas sostienen sus principios con base en un “sentir popular” en teoría conocido por sus representantes, pero ¿Como asegurar este conocimiento? ¿Cómo recogerlo y cómo conocerlo? Aquí es donde encontramos el fin último de los canales de comunicación participativa, cuyo aporte “se convierte en un elemento valioso en la constitución de la gobernabilidad y en la constitución del estado y de las instituciones públicas” (Buendía y Pino, 2021, p. 87). En ese sentido, la posesión de una agenda ciudadana legítima como potencial resultado de la experiencia dialógica de los medios participativos, conforma una pieza fundamental en el desarrollo de la democracia y se impone como el canal principal para acercar a la ciudadanía al estado, y así, legitimar el accionar de este último a uno más representativo del sentir social reconocido.
Pensar a los medios de comunicación como promotores del desarrollo de la sociedad en la que se desenvuelven es posible si nos basamos en estas experiencias. Dar acceso a la ciudadanía a estos canales de expresión es a su vez promover el ejercicio de los derechos a la información y libertad de expresión, enfatizando sobre todo en este último, el cual se configura sobre la base de que las personas tienen derecho "a decir lo que sienten y piensan, a ser escuchados y a que sus opiniones se tomen en cuenta" (Las Otras Voces, 2005, p. 9).
La ciudadanía tiene el derecho de expresarse por los medios de comunicación y, en general, por cualquier medio. Una radio ciudadana no solo respeta este derecho, lo hace suyo y lo promueve, sino que lo ejerce a pesar de las presiones o agresiones a las que está expuesta. (Hoeberichts y López Chang, 2001, pp 49-50)
¿Qué hace especial a la radio?
Atendiéndonos a los fines prácticos, la radio presenta una serie de características que privilegian la participación del oyente (sea activa o pasiva), presentándose como un medio accesible comunicativamente, asequible en su producción, y cercano a la cotidianidad que solo la oralidad sobre la que basa su experiencia puede permitirle, lo cual explica a su vez por qué ha sido el medio de comunicación predilecto para llevar a cabo iniciativas participativas y de desarrollo.

Un medio accesible comunicativamente y asequible en su producción
A grandes rasgos, podemos decir que son dos los principales factores que hacen de la radio el medio participativo por excelencia: Su discurso netamente sonoro basado en la oralidad y la pertenencia social y cultural que esto genera en la audiencia.
Primeramente, hacemos mención a la base sobre la que se sostiene la experiencia radial: La sonoridad, la cual gira al rededor del lenguaje hablado. Encontramos en esta primordial característica la explicación de por qué la radio se hace tan accesible en entendimiento, pues el gran requerimiento del medio es la capacidad física de escuchar y la cognitiva para oír e interpretar lo escuchado. En palabras de Rodríguez (2011): “La oralidad de la radio le permite ser absolutamente democrática: su acceso no requiere de ningún conocimiento o saber específico” (p. 11). En ese sentido, al no exigir la radio un conocimiento decodificador especializado que descifre cada sonido que nos presenta, las posibilidades de que el mensaje sea entendido por un público diverso y amplío en número es mayor en comparación a otros medios. El lenguaje hablado se presenta entonces como un canal convencional de comunicación, sobre el cual los profesionales construyen los cauces de diálogo requeridos por ciudadanía gracias a esta accesible capacidad de integración del público a través de sus comentarios, sugerencias, denuncias, etcétera.
A su vez, el discurso radiofónico está conformado por sonidos gestionados e integrados entre sí, una experiencia constructivista que gira en torno al lenguaje, pero que se nutre a su vez de otros elementos. El lenguaje hablado de los participantes se ve entonces complementado por diversos elementos sonoros que le dan riqueza al discurso, haciéndolo más dinámico tanto a nivel de entendimiento como estéticamente. “Las propiedades del lenguaje verbal tienen valor por sí mismas, pero se refuerzan al combinarlas con los recursos que ofrecen la música y los efectos” (Soengas, 2005, p. 121).
Esta perspectiva construccionista condensa lo que es la dinámica del lenguaje radiofónico y su propuesta sonora, lo cual hecha luz a su vez sobre todo el esfuerzo técnico y de producción que hay detrás de ella. Esta construcción es explicada por Soengas (2005) de la siguiente manera:
La narración radiofónica se enriquece gracias a las múltiples posibilidades combinatorias de las diversas fuentes sonoras que se utilizan, ya sean de la misma naturaleza (varias voces) o de naturalezas distintas (voz, música o efectos). Y en esa mezcla heterogénea hay un enriquecimiento doble: por una parte, la naturaleza particular de cada fuente favorece la heterogeneidad estética y de contenidos, y, por otra parte, la alternancia de elementos genera ritmo de forma automática. (p. 107)
Mención aparte debe tener el proceso de apropiación de contenidos que conduce a la audiencia a empatizar con la propuesta. Esta parte de una base cultural y lingüística que la radio, en concordancia con el contexto social en el que se desenvuelve, maneja, y con la que obviamente ha de identificarse su público. Esta representatividad se hace más latente en las iniciativas locales o comunitarias, en ese sentido, Gumucio (2005) afirma lo siguiente: “Un medio de comunicación alternativo, ciudadano y comunitario no puede sino expresar la cultura –en el sentido más amplio- que corresponde al universo humano en el que se desarrolla” (p. 9).
Lo expuesto en este punto es, a grandes rasgos, las características que hacen de la radio un medio ideal para llevar a cabo una iniciativa participativa. Sin embargo, es menester a su vez remarcar el potencial de la radio diferenciándolo de los otros medios de comunicación. En ese sentido, es conveniente apoyarse en planteamientos como el de Herrera (2003), quien nos ofrece cuatro criterios diferenciadores del potencial participativo de la radio: La amplia presencia en la sociedad posibilitada por su fácil acceso, su especificidad sonora y naturaleza oral, la percepción familiar que tienen los oyentes hacia ella, y sus parámetros técnicos. Esto se explica de manera detallada en el vídeo adjunto mostrado a continuación:
De autoría. Basado en los planteamientos de Herrera (2003)
Expuestas esta serie de características, la radio se presenta como quizá el medio más accesible para llevar a cabo iniciativas participativas. Los factores presentados, intrínsecos a su lenguaje y dinámica general, dotan a su discurso de ese carácter accesible y próximo al lenguaje corriente del gran público, del grueso poblacional con el que se desea trabajar, conformando así una alternativa idónea para promover la participación ciudadana.
La experiencia de las radios locales participativas
Como se mencionó anteriormente, las experiencias locales participativas no son abundantes ni mucho menos reconocidas por el gran público, razón por la cual no encajan en los parámetros convencionales de producción de programas radiales y por ende, no son tan valoradas ni se les reconoce el potencial en cuanto a participación y desarrollo social. Estas son experiencias más de nicho, alineadas con unos objetivos que parten del sector poblacional al cual deben su existencia y desarrollo. Las principales manifestaciones son iniciativas educativas o comunitarias, espacios dirigidos a públicos relativamente pequeños, hermanados en el espacio y tiempo y con objetivos comunes.
En el caso de las radios educativas, la iniciativa parte desde una premisa que ve en la radio una herramienta pedagógica para el desarrollo intelectual y cívico de los estudiantes, así como un espacio de promoción de sus derechos, como lo pueden ser el derecho a la información y libre expresión. Inicialmente concebidas como una herramienta para entrenar la expresión oral en estudiantes, las radios educativas fueron evolucionando hasta encontrarse con el potencial para promover el diálogo y fomentar la participación en la vida democrática de los más jóvenes. Apelando a las iniciativas participativas, las radios educativas han servido como plataformas de diálogo y libre expresión para los estudiantes, cuyo fin último es la formación de canales de comunicación que les permita expresarse, un paso necesario para su formación cívica y la integración social de un grupo cuya voz muchas veces es relegada a un segundo plano, casi que sin valor.
Una herramienta pedagógica para el desarrollo intelectual y cívico de los estudiantes
Por su parte, hablando de radios locales y comunitarias, estas datan de una larga tradición en América Latina. Surgieron incipientemente en el ecuador del siglo XX, durante épocas de dictaduras militares y como respuesta a una necesidad ciudadana de expresarse en épocas de represión y casi inexistentes canales de comunicación alternativos (Pincheira, 2013). Con la llegada de las democracias, estas tuvieron una proliferación importante hasta convertirse en un bien propio de aquellas comunidades aisladas, alejadas del estado.
Si bien la razón de ser primigenia de estas radios eran la conformación de canales de información para con la comunidad en la que se desenvolvían, posteriormente, de forma natural, empezarían a configurarse dentro de ellas una dinámica comunicacional y dialógica representativa del sentir ciudadano y sus ansias de desarrollo, un espacio en el cual expresarse abiertamente e integrar a la sociedad en su conjunto.
Los enfoques de participación y desarrollo presentados por estas iniciativas partían de la realidad social compartida por la comunidad que representaba, recoge los problemas, preocupaciones, aspiraciones y cosmovisión general de esta y convierte estos elementos en la piedra angular sobre la que construir su propuesta radial.
Como ejemplo empírico, en Perú, las radios comunitarias, sobre todo las del centro y sur, han actuado a lo largo del tiempo como catalizadoras del proceso de diálogo entre la población y el estado, recogiendo las inquietudes de su público y guiando la producción de sus contenidos a la búsqueda de un diálogo que ayude a superar los conflictos latentes.
Hoeberichts y López Chang (2001), en su guía “Comunicación y radio para el desarrollo local”, rescatan una experiencia significativa con las que graficar lo expuesto. En 1991, en el departamento de Cajamarca, estalló un conflicto social-ambiental con una empresa maderera que estaría depredando los bosques de la zona; esta terminaría denunciando a los manifestantes, llevando la situación a terrenos de represión de la causa y la persecución de los dirigentes campesinos de los distritos de San Ignacio y Jaén. Una vez terminado el caso, con los campesinos libres y la empresa maderera deslegitimada judicialmente, surge en la comunidad el debate sobre cómo proteger a sus bosques y hacer frente a futuros conflictos que pongan trabas a su objetivo y atenten contra su integridad social. Ante tal urgencia, los comuneros de la zona recurrirían a la emisora “Radio Marañón”, en su afán de hacer oír sus propuestas y preocupaciones. Dicha solicitud ciudadana movería a la radio a emprender un proyecto comunicativo que se concretó con la realización de un espacio radial en torno a la problemática de los campesinos, ya no solo brindándoles un espacio en el que expresarse, sino también una plataforma instructiva que promovían las propuestas de desarrollo agrícola nacidas de la misma comunidad, formando una producción radial instructiva y promotora del desarrollo.
La experiencia de radio Marañón deja claro entonces que es posible integrar a una comunidad en la producción de espacios radiofónicos, ya no solo en cuanto a divulgación de ideas y denuncias, sino también en un trabajo integrado y promotor del desarrollo de la comunidad basado en las propuestas de los mismos ciudadanos. A su vez, se reivindica el importantísimo rol social de los medios como, valga la redundancia, mediadores de los procesos de comunicación social y encuentro con el poder, lo cual contribuye a su vez a la construcción de una experiencia ciudadana democrática y participativa.
Queda evidenciado entonces el potencial de la radio como promotora del desarrollo local del espacio donde se desenvuelve, con la capacidad de basar y dirigir su dinámica de producción en el contexto social que le rodea y desempeñando un rol de facilitador de espacios comunicativos para una ciudadanía necesitada de espacios de expresión. Se aleja así la radio de la posición paternalista y vertical en la que es el mismo medio quien propone el camino a seguir, para convertirse en un entre mediador entre los objetivos sociales y la consecución de estos, propiciando así el desarrollo de la comunidad que representa, e incentivando una dinámica comunicativa participativa que visibilicen esas voces y las haga llegar a todos los estamentos sociales, así como a las altas esferas del estado, recogiendo un sentir social legítimo y formando una agenda ciudadana acorde a esta realidad, factores que contribuyen al desarrollo ciudadano y la vida en democracia.
Referencias
- Buendía, A. y Pino, J. (2021). Radio local, opinión pública y participación ciudadana. Signo Y Pensamiento, 27(52), 84–96. Recuperado de: https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/signoypensamiento/article/view/4580
- De la Noval, L. (2018). La radio comunitaria en función del desarrollo. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, 6(2), 52-64. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2308-01322018000200004
- Gumucio, A. (2005). Arte de equilibristas: la sostenibilidad de los medios de comunicación comunitarios. Punto Cero, 10(10), 6-19. http://www.scielo.org.bo/scielo.php?pid=S1815-02762005000100002&script=sci_abstract&tlng=en
- Herrera, S. (2003). Rasgos diferenciales de la radio como medio de participación. Revista De Comunicación, 2(1), 25–40. https://revistadecomunicacion.com/article/view/2879
- Hoeberichts, A. y Lopez, M. (2001). Guía para la acción. Comunicación y radio para el desarrollo local. Una propuesta latinoamericana a partir de la radio ciudadana en el Perú. Ediciones Abya-Yala
- Las Otras Voces. (2005). Aprender con la radio. Reflexiones y actividades para promover la participación comunitaria. Las Otras Voces.
- Pincheira, L. (2013). Radio comunitaria, un espacio educativo no formal en la comunidad. REXE. Revista de estudios y Experiencias en educación, 12(24), 183-193. Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=243129663010
- Rodríguez (2011). Ponele onda. Herramientas para producir radio con jóvenes. Ediciones La Tribu.
- Soengas, X. (2005). El discurso radiofónico. Particularidades de la narración sonora. Prisma.com, (1), 101-127. https://ojs.letras.up.pt/index.php/prismacom/article/view/2149
Juan,
ResponderEliminarEl trabajo del paper se muestra bastante nutrido, bueno, aunque pareciera que no terminas de darte un espacio de gestión autónoma de argumentos.
Jhoselin, Juan, Lorena,
El audiodiálogo se desarrolla dentro de un análisis más o menos crítico, es casi un monólogo de una invitada, quien curiosamente no se encuentra haciendo periodismo en este momento y desde hace algunos años. Eso puede estar impidiendo construir un espacio de análisis aprovechable. Ustedes han participado poco de forma protagónica.